Por: Ahmed Al-Sheikh
Imagina una fila de sombras caminando por los callejones de la memoria… Corrían unos metros y luego se detenían, y entonces llegaba… En mitad de la noche, la nostalgia se apoderaba de él sin lágrimas, y gritaba con voz ronca: «¿Dónde estás, amor de mi alma? ¿Dónde estás, tú que te llevaste mi corazón para siempre?».
Y los recuerdos llegan como un torrente arrollador, arrasando con todo a su paso. Se ve a sí mismo caminando con ella por las calles de Jerusalén, se ve riendo con ella en el jardín de Al-Aqsa. Se ve cogido de su mano en la noche de su boda, se ve despidiéndose de ella en la muerte.
Y grita más fuerte: «¿Dónde estás, amor de mi alma? ¿Dónde estás, tú que te llevaste mi corazón para siempre?».
Y parece que el viento responde a su pregunta: «Se ha ido, pero ha dejado su corazón latiendo en tu pecho. Se ha ido, pero ha dejado su amor viviendo en tu corazón».
Y cae de rodillas, llora amargamente, llora por la pérdida de la amada de su alma.
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